EPITAFIOS DE SOLEDAD
Con la pequeña postal sin remite entre mis manos temblorosas, no llegaba a comprender qué fuerza divina me conducía a esa ciudad fantasma, olvidada por el tiempo.
Vagabundeé arriba y abajo, leyendo y oliendo a cada paso, historias jamás escritas. Mis delirios dieron conmigo a las puertas de un viejo camposanto. Era cerca de la medianoche, y el fósforo de los huesos daba al cementario una iluminación tétrica. Una ráfaga de brisa me puso la piel de gallina, pero sabía que debía entrar, aunque lo poco que me quedaba de cordura me gritara que corriera lo más rápido que me permitieran mis largas piernas.
Finalmente la curiosidad ganó al miedo, y paso a paso, dejé que las tumbas me hablaran desde los epitafios. Por unos segundos, dejé a los muertos hablar, haciéndome partícipe de la vida de una decena de familias que yacían bajo tierra. Lloré sus pérdidas, desamores, y solo por un segundo, los traje a la vida de nuevo, por lo menos una parte de ellos, pues nadie termina de morir mientras una sola persona los recuerde.
El silbido del viento llamó mi atención hacia un mausoleo tejido en telarañas. Me acerqué, y pese a mis intentos de leer el epitafio, la suciedad tan siquiera me dejaba entrever el nombre de aquel o aquella que se encontraba bajo tierra, llamándome. De repente, acompañado por un pequeño estruendo de rocas, se alzó ante mi una sombra de plasma. Quería, debía tener miedo, pero aquel conjunto químico traido del más allá me inspiraba la mayor de las ternuras. Durante un mes, me dirigí a aquel lugar noche tras noche, manteniendo conversaciones secretas, creando lazos imperceptibles para ciertas dimensiones, y una noche de luna llena, no diferente de cualquiera, él se marchó, en silencio, sin despedirse siquiera.
Enloquecida de melancolía limpié el epitafio con un pequeño trapo que encontré a mano. Quedé impactada cuando ante mi se descubrió la identidad de aquel a quién vendí mi alma. El sepulcro estaba vacío. Los habitantes levantaron aquel mausoleo, en una súplica de salvación ante una epidemia de soledad de amor que enfermó a toda la población. Y quizá fue ese sentimiento acumulado en cientos de años lo que me atrajo allí, ese mal, que sin ton ni son, nos alcanza a algunos día tras noche.
Vagabundeé arriba y abajo, leyendo y oliendo a cada paso, historias jamás escritas. Mis delirios dieron conmigo a las puertas de un viejo camposanto. Era cerca de la medianoche, y el fósforo de los huesos daba al cementario una iluminación tétrica. Una ráfaga de brisa me puso la piel de gallina, pero sabía que debía entrar, aunque lo poco que me quedaba de cordura me gritara que corriera lo más rápido que me permitieran mis largas piernas.
Finalmente la curiosidad ganó al miedo, y paso a paso, dejé que las tumbas me hablaran desde los epitafios. Por unos segundos, dejé a los muertos hablar, haciéndome partícipe de la vida de una decena de familias que yacían bajo tierra. Lloré sus pérdidas, desamores, y solo por un segundo, los traje a la vida de nuevo, por lo menos una parte de ellos, pues nadie termina de morir mientras una sola persona los recuerde.
El silbido del viento llamó mi atención hacia un mausoleo tejido en telarañas. Me acerqué, y pese a mis intentos de leer el epitafio, la suciedad tan siquiera me dejaba entrever el nombre de aquel o aquella que se encontraba bajo tierra, llamándome. De repente, acompañado por un pequeño estruendo de rocas, se alzó ante mi una sombra de plasma. Quería, debía tener miedo, pero aquel conjunto químico traido del más allá me inspiraba la mayor de las ternuras. Durante un mes, me dirigí a aquel lugar noche tras noche, manteniendo conversaciones secretas, creando lazos imperceptibles para ciertas dimensiones, y una noche de luna llena, no diferente de cualquiera, él se marchó, en silencio, sin despedirse siquiera.
Enloquecida de melancolía limpié el epitafio con un pequeño trapo que encontré a mano. Quedé impactada cuando ante mi se descubrió la identidad de aquel a quién vendí mi alma. El sepulcro estaba vacío. Los habitantes levantaron aquel mausoleo, en una súplica de salvación ante una epidemia de soledad de amor que enfermó a toda la población. Y quizá fue ese sentimiento acumulado en cientos de años lo que me atrajo allí, ese mal, que sin ton ni son, nos alcanza a algunos día tras noche.
29 comentarios
carolina -
princesa del amor -
E=m(Gerardo)^2 -
Sabiendo eso, ya no hay tanto que temer. Así, es comprensible el ansia de conocer del hombre desde antiguo: perder el miedo a lo desconocido.
Mon -
besos linda.
mcbeal -
EB -
la hechicera de la luna -
Beste al corazón...
hechi
Succubus -
Jo, qué de comentarios :-p
Qué tal te va???? A ver si vuelves a Madrid!!!!! jejeje
En fin,te dejo,q tngo cosillas q hacer por akí.Un besito!
Curro -
Ineiah -
Quiara -
Brisa -
Corazòn... -
Todo lo han dicho ya... la sencillez, con la q describes esos sentimientos es ùnica... llegas al corazòn. No pierdas esa frescura que tanto te caracteriza.
Besos y saludos!
;o)
dido -
Mon -
Lucía -
Mon -
welcome back!
"un epitafio de la soledad de amor"
jamás se me hubiera ocurrido... me parece una imagen bella e interesante... como para seguir pensando diálogos y emociones entre esa representación (fantasmagórica, como muchas veces lo es el amor) y vos.
me quedé pensando...
si acaso la imagen se fue,
porque se avecinaría la cercanía del amor para la criatura que lo visitaba todas las noches,
o se fue porque dijo todo lo que tenía que decir,
o se fue porque "en ese otro plano, que no es el de esta vida", el amor lo llamó.....
besos mi bruji.
Lyzzie -
mbeal -
Turandot -
Tiene ese punto de melancolía, incertidumbre y ternura que sólo tu sabes imprimir, me encanta leerte, te lo había dicho ya?
;) Besitos estresados
Hellcat -
Bueno, jeje el final de la historia ta mu bien. Es lo que más me ha gustado. No me lo esperaba.
Muchos besis
lua -
Me alegro que hayas vuelto, hay que reconocer que se te echaba de menos :D
Dark kisses
infinita -
Chloe -
Bsitos
Bruixeta -
Belen, lo que pasa es que en grandes dosis a veces acaban empachandome hasta a mi...!!!Me alegro mucho de que te halla gustado!!!Nos vemos prontico, eh? Besitos
belen -
Brisa -
Bruixeta -
Qui -
Cuando sera el dia en el q esa melancolia se disipe??
No se,quizas ya me he acostumbrado tanto a ella q me daria pena perderla,es parte de mi!